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El Gran Amor de Atenea

Athena! Her Great Love
[女神!大いなる愛: Megami! Ooinaru Ai: Goddess! Great Love]

Athena! Ooi Naru Ai

SIDE STORY 3

Capítulo 0. Introducción
Capítulo 1. Florecimiento
Capítulo 2. El Amor de Atenea
Capítulo 3. Ataque Misterioso
Capítulo 4. Las lágrimas de Atenea

Publicado en el Jump Gold Selection 3 ó Anime Special 3

Capítulo 0. Introducción.

Escrito por Yoshiyuki Suga
Ilustrado por Shingo Araki - Michi Himeno

La intensa lucha en los 12 Templos ha terminado. Seiya y los demás se debaten entre la vida y la muerte. Secretamente, Saori comienza a revelar sentimientos hacia Seiya. Pero, ¿quién es el que rompe la paz ...? No se muestra en la televisión, el conmovedor, puramente tierno Outside Story que revela los eventos que conducen del final de los combates en los 12 Templos, hacia Asgard!.

Capítulo 1. Florecimiento.

Las doce llamas que marcaban el paso del tiempo en la torre del reloj de fuego ya se habían desvanecido. En el cielo nocturno, como tratando de aliviar las heridas los jóvenes que por primera vez en la historia habían desafiado al Santuario, en la ya llamada batalla de las 12 casas, el resplandor de innumerables estrellas iluminaba suavemente.

La cruel batalla que había durado más de 12 horas, aquí había llegado a su fin.

Incluso después de que los caballeros de oro supervivientes se hubieran llevado a Shiryu y a sus compañeros para que los atendiesen, Saori continuaba abrazada a Seiya apretándole contra su pecho. Por mucho que le llamara a Seiya ya no le quedaban fuerzas para responder y ella ni siquiera podía secarse las lágrimas que fluían libres por sus mejillas. Saori continuaba, llamaba a Seiya desde el fondo de su corazón.

-Seiya...-
Cuantas veces habría pronunciado ya ese nombre...

En la época en que Saori era una niña caprichosa y egoísta, antes de comprender su propio destino como Atenea, Seiya era el único que se le había enfrentado abiertamente.

Seiya, al que le habían separado de su hermana, su único familiar en este mundo, al que habían tomado como candidato a Caballero y forzado a un durísimo entrenamiento, como aquel que piensa que no vale nada y se convierte en un juguete del viento, odiaba su destino y con todas sus fuerzas trataba de volcar toda su impaciencia y su ira sobre Saori.

Saori cuanto más se revolvía contra ella pensaba que más lo odiaba, pero sin embargo ya desde su infancia había comprendido una cosa...

-Seiya y yo nos parecemos...-

Como única heredera de la fundación parecía que vivía sin privaciones, pero en realidad Saori no tenía a nadie a quien confiar su corazón, estaba sola. Aunque muchos sirvientes y aspirantes a caballero se arrodillaran ante ella, eso no la llenaba.

Saori sentía como todos ellos bajaban la cabeza ante la autoridad del presidente de la fundación Mitsumasa Kiddo, no ante ella por su voluntad. Su soledad, impaciencia, inestabilidad, ira... cuando se miraba a sí misma en los ojos de Seiya se daba cuenta de que eran iguales. Y mientras atormentaba a Seiya, a la vez, gritaba desde el fondo de su alma.

-Seiya...dime...¿qué debería hacer ahora?-
-¿Qué va a ser de mí?-

Tan pronto como comprendió su destino como Atenea, Saori había intentado asesinarse a sí misma.

Hacía seis años que Seiya y los demás habían sido dispersados por el mundo para obtener sus armaduras. Cuando de nuevo volvieron a Japón ella les enfrentó a una nueva prueba, el llamado Torneo Galáctico. Sólo para conseguir sus armaduras habían sufrido muchísimo y ella cruelmente les había ordenado que lucharan entre ellos.

Saori, ciertamente, se comportaba como la reina ante la cual los esclavos luchaban en el Coliseo, ya desde las antiguas leyendas griegas, se inclinaban y admiraban. Al menos no había duda de que así es como miraba a Seiya y a los otros.

Incluso cuando el semblante de Seiya, que vestía la armadura de Pegaso y que se había desarrollado vigorosamente, desprendía la rebosante autoconfianza del caballero en que se había convertido y que se encontraba ante ella, los ojos de Saori que le contemplaban seguían viéndole como en el pasado.

Saori se tragó sus palabras de agradecimiento para Seiya. De que serviría, decia ahora esas palabras.

El cosmos que Atenea despertaba dentro de ella, sentía claramente que este torneo galáctico no sería más que un fácil preludio, y que de ahora en adelante excesivas batallas involucrarían a Seiya y los otros caballeros.

Desde entonces, pasaron tiempos tormentosos y en algún momento desapareció la fría tirantez entre Saori y los Caballeros. En cada momento de duras pruebas o de repetidas batallas que se pasaban juntos, cada vez que superaban un obstáculo, la distancia se iba estrechando.

Saori ya no era Saori Kido, era Atenea... Seiya y los otros caballeros de Atenea habían protegido a Saori y Saori también quería protegerles a ellos.

-¡Saori San!, ¡Atenea!, ¡Seiya!-

Durante toda la batalla la sonrisa de Seiya atravesaba las barreras del tiempo, en algunos momentos llegó a deslumbrarla.

Por supuesto, Seiya no la ofrecía para Saori Kido, sino para Atenea y para el símbolo de la paz que traería a la tierra que ella representaba.

Sin embargo, Saori se alegró de poder devolver esa sonrisa desde dentro de su corazón.

Cuando eran niños, dentro de su corazón gritaba a Seiya y la respuesta a ese ruego ahora se la había estado devolviendo convertida en una dulce sonrisa.

Cuando ese cálido sentimiento bullía en su pecho, de repente Saori dejaba de ser Atenea, volvía a ser una simple joven.

Además, ahora cuando sentía la calidez del rostro de Seiya, herido y exhausto, como si durmiera reposando sobre su pecho, el dolor provocado por la flecha de oro disparada por Tremi de Flecha desaparecía y se convertía en una sensación de bienestar.

Sin que ya los caballeros tuvieran que enfrentarse a crueles batallas, sin tener que llevar a sus espaldas la pesada responsabilidad de Atenea, así, de esta forma, deseaba estar para siempre.

La expresión del rostro de Saori, que alzaba la vista lanzando una demanda a la estatua de Atenea que se alzaba dominante justo a su lado, era la expresión de Saori Kido, la simple chica que ciertamente parecía asustada como un pajarillo que empieza a levantar el vuelo.

Había un hombre que se había quedado silenciosamente vigilando los movimientos de Saori, Mu caballero de oro de Aries.

Capítulo 2. El Amor de Atenea

A la mañana del día siguiente, una oleada de clamores que rompían el silencio, sacudieron el Santuario. Era el clamor que todos alzaban para alabar a Atenea y celebrar su advenimiento.

Debido a la conspiración de Saga de Géminis su figura había estado envuelta en un velo de misterio e incluso algunos habían dudado de su existencia, pero ahora, la misma diosa se mostraba ante ellos en toda su hermosura y nobleza.

Todos los habitantes del Santuario se regocijaban del resultado de la batalla y la victoria de la justicia y rezaban, confiaban en que de ahora en adelante la paz devuelta perduraría para siempre.

Fanart de Carlos Alberto Lam Reyes (Perú)

Ese era el mismo sentimiento que albergaba Saori.

El Santuario, que era un lugar que podría considerarase como un punto clave para el mantenimiento de la tierra, se había convertido en un campo de batalla y la sangre de muchos amigos había sido vertida.

En la dulce y a la vez llena de fuerza sonrisa que Atenea devolvia a los que estaban ante ella no había nadie que pudiera percibir un solo punto oscuro.

Fanart de Carlos Alberto Lam Reyes (Perú)

Excepto una persona...

En las afueras del Santuario, en un frondoso bosque se alzaba silencioso un antiguo y pequeño templo que nadie advertía. Era conocido como "La fuente de Atenea", pero esto no era porque allí existiese una hermosa fuente sino porque el aire de esos alrededores durante miles de años, había parecido como si punzase la piel, hélándola.

Imagen no oficial

Incluso dentro del Santuario podría decirse que casi nadie conocía la existencia de este templo. Era como una UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) para caballeros. Y tanto Seiya como sus compañeros, los cinco que habían quedado agonizando tras las graves heridas recibidas en la batalla, ahora estaban siendo atendidos allí en todo lo que fuera posible hacer por ellos.

En ese bosque de oscuro verdor, con la falda del vestido, completamente blanco, casi transparente, ondeando tras ella, Saori andaba presurosa.

-Imaginaba que vendrías Atenea-

Ante ella Mu le cortaba el paso.

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Mu, en ese momento, no pasó por alto en la expresión de Saori el miedo que por un instante apareció en su rostro. El miedo de quien se cree culpable de un terrible crimen, algo que no era propio de Atenea.

-Por supuesto Mu..... como Atenea que soy, es natural que me preocupe por el estado de mis caballeros, los caballeros de Atenea. Además es por mi culpa que ellos.....
-Si son caballeros es normal que sean heridos en nombre de Atenea e incluso aunque mueran en su nombre deben sentirse satisfechos por ello. Eso es algo que debéis ya saber bien.

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Mu estaba leyendo su corazón y comprendía perfectamente que la muchacha que estaba ante él no era Atenea, era Saori Kido.

-Pero si llegara a perder a Seiya yo...

Sólo con pensarlo su autodominio se volvía incluso más frágil que el vestido de seda que llevaba.

-Por favor, apártate Mu-.
-No está permitido que el amor de Atenea sea vertido sobre un solo caballero.... el amor de Atenea debe ser para todos sus caballeros por igual.

Saori trató de escabullirse de Mu, pero por alguna razón sus piernas parecían estar atadas por alambres y no podía moverse.

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-El amor de Atenea.... sólo en un caballero... en uno...-

Saori tenía la sensación de poder oir los gemidos y el débil latido del pulso de Hyoga, Shiryu, Shun e Ikki que junto con Seiya permanecían tendidos sin sentido en la fuente de Atenea, intentando con todas sus fuerzas volver a hacer arder la llama de sus vidas que se desvanecía.

Y no sólo eran ellos, el corazón de Saori se compungía al recordar los numerosos caballeros que por Atenea habían caido y vertido su sangre. Ante esta situación Mu le explicó a Saori el origen del nombre de la fuente de Atenea.

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En los tiempos mitológicos, cada vez que tenía lugar una guerra sagrada, los caballeros que recibian heridas mortales eran llevados a ese templo. Se decía que un golpe de los caballeros podía desgarrar el aire, romper el suelo. Incluso los que llevaban armadura de bronce en un segundo podían lanzar más de 100 golpes que rebasaban la velocidad del sonido. Los caballeros de plata podían lanzar el doble o incluso el triple, y con respecto a aquellos que portaban las armaduras doradas se decía que podían lanzar más de 100 millones de golpes que alcanzaban la velocidad de la luz.

Por tanto, sus combates eran algo inimaginable y asi mismo el daño que podían recibir no podía ser poco. La estructura de la materia, es decir el fundamento de la misma era atacada y se llegaba a romper por lo que ni siquiera los médicos actuales podrían posiblemente salvar a la mayoría de los heridos en estas luchas.

Muchos de los caballeros heridos, esperaban apaciblemente en este templo del Santuario, que era como su segunda casa, a que la muerte viniera a buscarlos. Pero entonces, dice la leyenda, que desde las lejanas alturas de la estatua de Atenea cayó una lágrima.

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Una lágrima que era como un cosmos dorado que humedecía un reseco desierto, como si de un oasis se tratara. Este cosmos envolvió todo el templo y sus alrededores y se dice que todos los caballeros se recobraron de sus heridas salvando sus vidas.

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Saori, aún con dolor, comprendió bien el sentido de lo que Mu quería indirectamente decirle con esa historia. Al volverse y mirar hacia el cielo, a través de los frondosos árboles, podía ver la expresión noble y a la vez dulce de la estatua de Atenea.

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-Ya no sois una simple joven, como la reencarnación de Atenea en esta época moderna donde todavía pululan las fuerzas malignas tendréis que librar muchas batallas-.

Esta vez no miró a Saori directamente por el contrario permaneció con la mirada apartada de ella quizá con respeto como si esa fuera la prueba de que la reconocía como Atenea y la veneraba o tal vez fue producto de un extraño presentimiento al percibir que desde la lejania la estrella polar había empezado a emitir un cosmos inquietante.

Finalmente tras hacer a Saori una respetuosa reverencia Mu desapareció entre los árboles.
Al poco Saori siguió el consejo de Mu y volvió a la mansión Kido llevándose a Jabu, Kiki y a los demás consigo.

-El amor de... Atenea...

En contraste con su agitado corazón el mar Egeo que contemplaba desde el avión brillaba suavemente en un tono verde esmeralda.

Capítulo 3. Ataque Misterioso

Ya habían pasado varios días desde que Saori abandonó el Santuario y a pesar de que la estación templada ya había llegado, en el Santuario el tiempo permanecia siendo limpio y fresco como si él también celebrase el advenimiento de Atenea.

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Sin embargo, esa mañana, por alguna razón, había momentos en que podía sentirse una intensa corriente helada. En la Fuente de Atenea, donde recibían toda la atención que era posible, Seiya y sus compañeros aún no habían recobrado el sentido y todavía vagaban por la frontera entre la vida y la muerte. ¿Sería que sus cuerpos, al igual que sus armaduras, no iban a sobrevivir a la batalla de las doce casas?

La intranquilidad de los caballeros de Oro había aumentado considerablemente cuando recibieron de Mu la noticia de que las armaduras de Seiya y los demás habían muerto.

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Esa noche....

Los dos guardias apostados frente a la Fuente de Atenea, después de aburrirse de hablar del tema tópico del extraño frío que hacia para esa estación, bostezaban al unísono cuando fueron sacudidos por un temblor.

Inmediatamente abrieron sus soñolientos ojos con atención.
Pero apenas hubieran gritado -¡¿Quienes sois?!- ambos guardias cayeron muertos, a los pies de cuatro o cinco sombras masculinas que, sin hacer ruido, se introdujeron dentro del templo.

Al igual que cuando cazaban en su tierra natal, permanentemente cubierta de nieve, contenían la respiración y controlaban su energia tratando de captar los efluvios de su presa.

-¡Es esa habitación!-

Los asesinos que atravesaban corriendo la amplia galeria, llegaron sin el menor extravio ante la habitación donde los caballeros de bronce se recuperaban y de una fuerte patada reventaron la puerta.

Dentro encontraron las figuras de Seiya y sus compañeros tumbados en sus camas.

-¡¿Eh?!-

Una de las cinco camas estaba vacía.

-¿No os parece que para venir a visitar a unos enfermos habeís sido demasiado bruscos llamando a la puerta?-

Uno de los asesinos volvió la cabeza y en la oscuridad del pasillo se encontró con la fantasmal figura de un hombre. Con dificultad contuvo una exclamación.

-¿Qui...quién eres?-

-Hum, alguien que se cuela en el Santuario como si fuera una vulgar rata ladrona me pregunta a mí, mi nombre.... no me hagas reir-

Habiendo perdido su energia vital, con las mejillas hundidas pero envuelto en una terrible aura de furia, Ikki se mostró a los asesinos, saliendo de la oscuridad.

-¿Qué... qué es esto?

Respondiendo a la provocación lanzada por Ikki, los asesinos destrozaron la ventana y salieron persiguiéndole.

En su estado normal Ikki hubiera podido librarse de sus oponentes con un solo golpe. Sin embargo, tan sólo se había levantado de la cama gracias a su instinto que percibió el aura de los asesinos que les acechaban porque realmente Ikki, al igual que sus compañeros, no se había recuperado de sus heridas mortales.

Si la lucha se prolongaba, no sólo él sino también sus indefensos amigos serían víctimas del grupo de asesinos.

-Eso no lo permitiré nunca-

Sin importarle cuanto se quejaba su cuerpo malherido al concentrar y aumentar su cosmos Ikki lanzó su ataque más poderoso.

-¡¡HOYOKU TENSHOOO!!-

Los asesinos que por primera vez veían un ataque de fuego tan poderoso abrieron los ojos con terror antes de caer fulminados. Pero en ese momento el cuerpo de Ikki se estremeció por algo diferente al dolor de sus heridas.

Era un aura helada, de gran poder y rebosante de un poderoso instinto asesino, un aura incomparable con la de los asesinos de antes. La sombra blanca que salió de la arboleda lanzó un golpe a una velocidad imposible de seguir con la vista.

-¡Se ha movido a la velocidad de la luz, como sólo los caballeros de oro deberían poder hacerlo!

¡Es un golpe a la velocidad de la luz!-

Ikki se quedó petrificado ante el poderoso ataque helado que se le acercaba tiñendo el lugar con una luz blanco-azulada como si rasgara la noche. Un escalofrío recorrió su espalda.

-En mi estado no voy a poder esquivarlo-

Y no sólo eso, ni siquiera llevaba puesta su armadura, estaba a cuerpo descubierto.

Ikki, que hasta entonces nunca había sentido un auténtico temor a morir, vió como el dueño de la sombra esbozaba una maliciosa sonrisa de triunfo, quizás fuera la sonrisa con la que dicen que el dios de la muerte invita a los muertos.

-Hermano ...

De pronto tuvo la sensación de oir la voz de su hermano desde la lejania, pero Ikki ya se había resignado a morir, no había nada que pudiera hacer. Cerró los ojos y sintió como una poderosa aura helada estallaba frente a él. Pero entonces notó un poderosísimo cosmos envolviéndolo.

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-¡Shaka!-

Al abrir los ojos se encontró a Shaka de Virgo parado frente a él protegiéndole del ataque de hielo.

La sombra blanca desapareció en la noche.

Gracias al emblema de Odin de las corazas de los asesinos vencidos resultaba evidente cual era su origen, venían del norte, eran soldados de Asgard.

-¿Pero por qué los soldados de Asgard han...?-

Shaka se planteaba esa pregunta. Realmente si alguien pretendia amenazar al Santuario este sin duda podría ser el mejor momento. La discordia interna causada por la rebelión de Saga se había solucionado y todo el Santuario se congregaba en unanimidad alrededor de Atenea, pero de eso hacia demasiado poco tiempo, las cosas no estaban asentadas y Seiya y sus compañeros, que habían demostrado durante la batalla de las 12 casas una capacidad superior a la de los caballeros de oro, estaban agonizando, sin duda ahora eran un blanco fácil.

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-Sin pestañear murmuró Shaka preguntándose a sí mismo: la representante de Odin, Dios de Asgard, la princesa Hilda, incluso en los paises vecinos es amada y respetada por todos, se dice que rebosa bondad...-

-Entonces ¿por qué?

Antes de que Shaka pudiera terminar sus palabras Ikki se acercó a él.

-Ya sea Odin, ya sea Hilda no podemos permitir que hagan lo que les plazca, debemos ir allí.

-En tu estado actual es imposible que puedas enfrentarte a los legendarios Guerreros Divinos de Asgard. Además, tu armadura del Fénix, al igual que las de tus compañeros, vaga por la frontera entre la vida y la muerte.

-¿Cómo?-

-La armadura del Fénix, el pájaro inmortal, que aún reducida a polvo o cenizas es capaz de resurgir esta vez no puede sanar sus alas rotas. Sólo podemos confiar en la capacidad de Mu para repararla junto con las demás y en la capacidad de Seiya y los demás para superar sus heridas-.

Ikki no pudo más que asentir ante las palabras de Shaka. Entonces se percató que la armadura de Shaka, que había recibido el golpe helado, estaba como quemada recubierta de blanca escarcha. Mientras que Ikki ni con su golpe más poderoso había sido capaz de producir el mas mínimo daño a la armadura de oro de Virgo.

-Esa sombra blanca... ese hombre, debía de ser uno de los legendarios guerreros divinos de Asgard.

Por un momento, en un lejano lugar de su conciencia, Ikki tuvo la sensación de ver como la estrella polar así como las siete estrellas a las que correspondia su custodia brillaban con un extraño resplandor.

No fue hasta varios meses más tarde cuando Ikki comprendió que quien le había atacado aquella noche fue Bud de Alcor, Guerrero divino de Zeta.

Capítulo 4. Las lágrimas de Atenea

Ha pasado una semana desde la batalla de los 12 templos. No han llegado noticias de la recuperación de Seiya y los demás a la mansión Kido. Preocupado por Saori, que se ha confinado en su habitación, completamente sola, Tatsumi, Jabu y los demás de vez en cuando la han ido a ver, pero ella sólo les devuelve una sonrisa artificial y cristalina.

Desde ese día, Saori ha recordado aquellas palabras que Mu le dijo (el amor de Atenea no puede ser dedicado a un solo Saint ... el amor de Atenea debe ser para todos, por igual ...). A pesar de que las palabras de Mu son desagradables de oir, le han hecho darse cuenta claramente de que ella está empezando a amar a ese Saint, pero Saori no reza solamente para ese Saint, ella ora con todo su corazón para que todos ellos se recuperaren. Sin embargo, cuanto más ora, más nota el peso de las palabras de Mu en sus delgados hombros, (Atenea no puede amar a una sola persona? ... El verdadero amor de Atenea es ...), Saori siente que el destino cae sobre ella como una pesada cruz que debe llevar.

A pesar de que Saori está en esa condición, Kiki la llevó al jardín.

- "Si no se anima, Seiya y los demás tampoco sanarán bien! Hey, mire!"

Kiki estaba colgando de una rama de un abeto cercano. Quería girar alrededor de la rama como si fuera una barra horizonal y aterrizar perfectamente, pero aterrizó perfectamente sobre su culo,

- "Ah ah! Tal vez por eso la gente me sigue llamando Appendix Kiki!".

Ese exagerado suspiro de Kiki y el verlo probando de intentar animarla, finalmente hizo reír a Saori. El ver a Kiki recostarse contra el abeto, sonriendo mientras estaba allí sentado, hizo que un recuerdo lejano volviera a la menoria de Saori.

... Cuando Seiya era aún muy pequeño, siendo entrenado estrictamente aquí en la Mansión Kido, Saori recuerda verlo como a Kiki junto a ese mismo árbol. Como las ramas estaban repletas de innumerables hojas durante todo el año, incluso en los días de sol fuerte, Seiya podía sentarse junto a las raíces bajo una buena sombra, e incluso si de vez en cuando las hojas hacían mucho ruido a causa de los fuertes vientos, su corazón probablemente era consolado en ese lugar. No, incluso cuando era muy pequeño, Seiya quería llegar al cielo como las estiradas ramas del árbol, deseando vivir libremente.

Un día, debido a que uno de los candidatos para Saint cometió un error, todos ellos fueron castigados, incluido Seiya y los demás. No se les permitió comer durante todo el día. Seiya estaba sosteniendo su estómago vacío bajo el mismo árbol.

- "Seiya, levántate!".

Saori muestra un sándwich de lujo a Seiya, que probablemente nunca habría visto antes, con una pieza muy gruesa de jamón. ¿Por qué sentía ganas de hacer eso?, ella realmente no lo sabía. Pero, no importa cuántas veces se lo ofreció, Seiya nunca extendió su mano y siguió mirando hacia otro lado.

- "¡Levántate! Seiya"
- "Yo no soy tu perro al que sólo puedes dar de comer!"
- "Seiya".

Saori miró fijamente a Seiya, arrepentida. Aunque sintiendo un toque de soledad en sus ojos, Seiya todavía miraba hacia otro lado enfadado y murmuró:

- "No debería ser el que comiera! Shiryu, Shun y los demás, también, están tan hambrientos como yo. Así que, ¿por qué sólo yo. ..? "

- "Seiya, idiota!. Si no lo quieres, te lo daré de esta manera".

Saori lanzó el sándwich a los pies de Seiya y se alejó rápidamente sin darse la vuelta. Ella no se volteó porque sintió que Seiya vería en sus ojos lo apasionada que estaba.

Ahora, si bien, no como Atenea, sino como una niña, si Saori tuviera que decirle a Seiya lo que sentía por él en su corazón, seguramente respondería de la misma manera: "Yo. ..", "Sólo yo". Pero ahora, ella entiende claramente el significado de la pasión que sintió, (porque Seiya era así, es por eso que yo ...)

Saori sigue recordando con entusiasmo las palabras de Seiya. Para salvar la vida de Saori, no sólo Seiya, sino Shiryu y los otros tuvieron que padecer lesiones profundas, incluso ahora en la "Primavera de Atenea”, están luchando con fuerza entre la frontera de la vida y la muerte ...

- "¿Qué pasa, señorita. ..?"

Con los ojos inquietantes, la voz de Kiki trae a Saori de vuelta. Ella sonríe con todo su esfuerzo para aliviar a Kiki.

- "Uhm uhm, estoy bien, Kiki. Volvamos ahora".

En ese momento, Saori no se dio cuenta de que una ráfaga de viento frío que contenía un poderoso Cosmo sopló a través de algunas flores que florecían en un rincón del jardín, y las congeló como flores secas.

Y ...

- "Señorita Saori! ... algo importante ha sucedido!".

Tatsumi, Jabu y los demás se apresuraran desesperados para comunicarle a Saori noticias urgentes de Santuario, que alguien ha derrotado a Aldebarán de Tauro.

- "Alguien como Tauro habría sido derrotado de un solo ataque ...!".

A excepción de Seiya y los demás, es de sentido común que sólo un Gold Saint puede derrotar a un Gold Saint, pero, incluso si alguien pudiera dar puñetazos a la velocidad de la luz como Aioria de Leo, no hay forma de que pueda derrotar a Aldebarán de un solo golpe.

- "¿Quién pudo hacerlo ...?."

Al mismo tiempo que Jabu murmuró eso, un feroz aire frío atraviesa las ropas de todos y perfora su piel!.

- "Usted debe ser Atenea, ¿verdad?...", dice un hombre con la cabeza inclinada hacia abajo y arrodillado respetuosamente sobre una rodilla, dentro de una ráfaga de tormenta de nieve, llevando algo parecido a un Cloth (God Robe) sobre su cuerpo. Con ojos afilados, fríos y penetrantes, mirando a Saori, se presenta a sí mismo: "Dios guerrero de Asgard, Estrella Zeta, Syd de Mizar."

Syd le confirma la terrible noticia de que fue él quien derrotó a Aldebarán, o en otras palabras, que Asgard le está declarando la guerra al Santuario, pero no sólo eso, sino que ha venido audazmente para asesinar a Atenea.

- "Ahora, Atenea ... es tu turno ... " Enrabietado, Jabu lanza un puñetazo en dirección de Syd, "¡Cállate!, yo voy a proteger a la señorita!".

- "Toma esto!", Geki, Ichi, Nachi y Ban sigue el ejemplo de Jabu!

- "Ustedes peces pequeños no tienen ninguna utilidad aquí!".

Con sólo un ligero parpadeo de la mano de Syd, su puño congelante atraviesa el suelo creando arañazos similares a garras de tigre. Atrapados en este ataque, Jabu y los otros vuelan por los aires como hojas!.

"No ... no me subestime ...!", Jabu intenta por todos los medios dar un paso atrás, pero ya es evidente para cualquiera quien va a ganar, "¡Ja!, si quieres morir, te enviaré al infierno primero para que puedas darle la bienvenida a Atenea!".

Justo en el instante en que Syd estaba a punto de lanzar el ataque con el que derrotó Aldebarán, Viking Tiger Claw, una cadena aparece volando por el aire y detiene su ataque!.

- "Quién!".

Con la mano envuelta y estirada por la cadena, no creyendo a sus ojos, Syd ve a un joven tan bello como una chica que sale de entre un grupo de árboles.

- "Shun de Andrómeda", dice Shun vestido con su nueva Bronze Cloth. "Y ahora!".

- "Es muy valiente de tu parte venir solo a tomar la vida de Atenea!. Pero, no voy a permitirte que toques a Saori, incluso con un solo dedo", en lo alto, por encima, desde el techo de la mansión Kido, Seiya salta por los aires, y viene volando hacia abajo, aterrizando frente a Saori, "todo va a ir bien ahora, Saori!".

- "Seiya ...".

Saori está sorprendida porque Seiya, al igual que Shun, lleva su nueva Cloth de Pegaso. Es natural que ella se sorprenda. Hasta hace unos pocos días, Seiya y Shun estaban morando entre la vida y la muerte. A pesar de seguir con vida, no habría sido raro que ellos se tomaran unos meses para recuperarse.

- "Déjeme decirle que no somos fantasmas!. Parece que el Rey del Infierno nos odia!".

Al ver la expresión de Saori, Seiya se ríe pícaramente. Al verlos tomarse su tiempo con esto, el orgullo de Syd como el más poderoso guerrero de Asgard es herido duramente, y despierta su espíritu de lucha.

-"Tú eres Pegaso ... ¡Muy bien!, te haré saber muy bien lo diferente que son los God Warriors de Asgard comparados con los Saints de Atenea!."

Tras alejar la cadena de Shun, Syd corre hacia el grupo de árboles como contestando el desafío de Seiya. Al ver la oportunidad, inmediatamente Seiya lanza un puñetazo con todas sus fuerzas: "Toma esto!".

El poder y la velocidad de ese golpe se ha incrementado desde hace tiempo. Sin embargo, las heridas en el cuerpo de Seiya no han sanado completamente, por el contrario, la dura lucha en los 12 Templos había hecho crecer su Cosmo un paso de gigante. No obstante, Syd responde con un golpe y un movimiento del nivel de los Gold Saints. La perforación del golpe se parece a los que fueron lanzados por el hombre que atacó recientemente a Ikki, pero Syd todavía no conoce la existencia de ese hombre ensombrecido. [En realidad sí, pues como se revela más adelante en el anime Syd ya sabe que su hermano Bud está vivo y que se esconde en secreto]

(Este es un Dios guerrero de Asgard ... Aún así, ¿cómo emana un Cosmo frío tan poderoso!), afectado tan sólo un poco por los golpes glaciales de Syd, Seiya ya siente el paso del frío a través de su nueva Cloth hacia el centro de su cuerpo. Seiya lanza finalmente su ataque más poderoso, "Pegasus Shooting Star Punch!!!". Al mismo tiempo, Syd lanza su terrible ataque "Viking Tiger Claw !!!", una cantidad infinita de estrellas fugaces y garras de tigre se mezclan y ambos son proyectados lejos.

Los arañazos afilados y fríos en el nuevo Cloth de Seiya son suficientes para que él se de cuenta de lo feroz que es Syd, (si este ataque hubiera sido dirigido sobre Atenea ... Saori ...!). De pie de nuevo con rapidez, Seiya hace arder su Cosmo, que le rodea aun más, y se coloca de nuevo en posición.

- "Syd de Mizar! Vamos a resolver esto ahora mismo!".

- "Eso es lo que quiero!".

Seiya sabe que Syd elevará el frío Cosmo que le rodea al máximo también, (esta vez, después de que los ataques se intercambien, uno de nosotros va a morir ...) Seiya, que ha pasado por muchos campos de batalla, estaba a punto de avanzar sólo por instinto cuando ...

- "Espera, Seiya!", la penetrante voz de Ikki, quien acaba de aparecer, detiene a Seiya.
- "¿Por qué me detienes, Ikki?, este hombre vino a quitarle la vida a Saori!".
- "La vida de Atenea no es algo que se quita con facilidad ... mientras los Saints de Atenea estén aquí!", las palabras de Ikki no se dirigían hacia Seiya sino hacia Syd, "Nosotros, que hemos morado en las profundidades de la muerte ... nuestras vidas no deberían desperdiciarse para nada!."

- "Para los próximos combates, Seiya!".

Shiryu y Hyoga aparecen uno detrás del otro, dirigiéndose a Seiya, lo que ejerce presión sobre Syd, que tiene un ardoroso espíritu de lucha.

- "Muy bien, entonces ... el momento vendrá en el que los God Warriors arreglen las cosas con ustedes! Cuando llegue ese momento, voy a disfrutarlo!, Seiya de Pegaso".

Tras irse Syd, el aire frío que circulaba alrededor desapareció con el viento. "Uhh ...", gime Seiya, ahora que la tensión se ha ido, siente la conmoción producida por el ataque de Syd cuando le atravesó su Cloth. "Seiya!", Saori, preocupada por Seiya, corre hacia él, pero, sorprendentemente, observa que Seiya muestra una sonrisa brillante. "Está bien! Saori. Pero, si no hubiera llevado esta nueva Cloth de Pegaso, ¿qué me habría ocurrido...?, gracias a Mu y a los demás, en fin ..."

- "Mu y los demás caballeros de oro ..."

Saori es informada que los Bronze Cloths fueron resucitados por la sangre de Mu y los demás caballeros de oro. Normalmente, para los seres humanos, la pérdida de un tercio de su sangre conlleva una muerte segura, pero los Gold Saints tuvieron que dar la mitad de su sangre -es casi como si estuvieran jugando con sus vidas-, para poder infundir una nueva vida a los Bronze Cloths muertos de Seiya y los demás caballeros de bronce. Y, no fue hace mucho que se intercambiaron golpes, arriesgando sus vidas, contra Seiya y los demás en la batalla de los 12 templos, ahora habían resucitado las armaduras de sus antiguos adversarios ... esto produce un serio shock en el corazón de Saori.

Con el alentador "amor" de Mu y los otros Santos de Oro, Seiya y los otros caballeros de bronce, con su invencible Cosmo, responden a su "amor" con la superación de la muerte. (Y, a cambio, como Atenea, ¿qué he hecho por Seiya y los demás?), mientras que, por un lado, Saori siente total vergüenza, por el otro, ella por fin entiende el significado completo de las palabras de Mu sobre "La Primavera de Atenea".

No es que ella no pueda amar a un solo Saint o que no se le permita amar a una sola persona, sino que ella tiene que amar a todas las personas. Las lágrimas de la estatua de Atenea que salvan a los Saints heridos son como los rayos del Sol que brillan sobre toda la tierra, algo que está animando a todos, por igual.

Saori viviría una vida fácil sólo como una chica normal y Seiya y los demás son sólo chicos también, pero ellos viven sus vidas haciendo frente a cada uno de los duros y propios destinos que se les ha asignado, en sentido estricto. Y ahora, lo que necesitan es el gran poder del amor, el amor de Atenea, por igual.

Saori ya no está perpleja. Mientras ella se arrodilla y le da una mano a Seiya, se dirige con su corazón a los caballeros de oro en el lejano Santuario: "Gracias Mu, Gold Saints!. Prometo trabajar duro y no perderlos a todos ustedes, amando a todas las personas ... ".

- "Saori ...?", al mirar Seiya con asombro a Saori, lágrimas desbordantes de Saori caen en la palma de Seiya. En un instante, Seiya siente que todo su cuerpo se llena de una calurosa energía vital.

Desde ese mismo momento, Saori luce una sonrisa como la bella, noble y brillante estatua de Atenea que protege a Seiya y todos los Saints.