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LA CUESTIÓN DEL PODER DE AFRODITA DE PISCIS

Piscis Evanto (Argentina)

Aclaraciones preliminares

Antes de comenzar con el desarrollo del siguiente artículo, deseo dejar en claro ciertas cuestiones, para evitar suspicacias o sospechas posteriores...

Como se indica en mi seudónimo, mi signo es Piscis. Esto no tiene una finalidad autobiográfica, sino que obedece al título que lleva el apartado y la cuestión que se desarrollará en él. No pretendo ocultar a nadie la razón que me llevó a escribirlo, que es tratar de refutar ciertas críticas al caballero dorado que en Saint Seiya porta la respectiva armadura dorada, en razón de la particular afectación que nos despierta el ataque a algo que de un modo u otro nos identifica.

Hemos decidido quitar de consideración las opiniones a favor o en contra de tal o cual tema que se limitan a hacer formulaciones sin fundamento razonable. Respetamos a todos los fans, pero no nos hacemos cargo de la obtusidad y/o grosería de ciertos foristas que siempre se encuentran por ahí.

Sentado esto, pasemos al contenido concreto del argumento.

Cuestión central

Queremos recoger el desafío planteado por la inmensa mayoría de fans de Saint Seiya que afirman que el caballero dorado Afrodita de Piscis debe ser considerado como el menos poderoso de los doce santos que integran la orden (trece, si desea considerarse a Shion). Recalcamos que la palabra “poderoso” no es utilizada en adelante en el sentido de “calidad de guerrero” o “efectividad en el combate”, sino que se la emplea en su sentido estricto y específico. Un caballero puede ser poderoso pero no un buen combatiente, cuestión que será tratada más adelante.

Trataremos de demostrar que no es tan clara la diferencia de poder de Afrodita de Piscis con el resto de los que integran el grupo de caballeros que consideraremos “menores”. Así, renunciamos de plano a la comparación con los caballeros Shion y Mu de Aries, Saga de Géminis, Shaka de Virgo y Dohko de Libra (Aioros de Sagitario no es tomado en cuenta para ningún caso). Creemos que las razones son evidentes, y que estos santos dorados manifiestan una mayor o menor superioridad sobre los demás, que vamos a considerar en un segundo grupo: Aldebarán de Tauro, Máscara de la Muerte de Cáncer, Aioria de Leo, Milo de Escorpio, Shura de Capricornio, Camus de Acuario y Afrodita de Piscis (esta división bipartita, que será repudiada seguramente por muchos, está formulada al solo efecto del desarrollo del argumento, y no es el objeto de discusión del mismo).

Si se planteara ahora mismo, entonces, la pregunta “Entre los caballeros de Tauro, Cáncer, Leo, Escorpio, Capricornio, Acuario y Piscis ¿Quién es el menos poderoso?”, las respuestas serían disímiles, pero seguramente muchas coincidirían en que la medalla correspondería a Afrodita. Eso es lo que nos proponemos refutar. Para ello, descartando previamente y como lo anunciáramos con anterioridad, las posturas irrazonables, podríamos agrupar los argumentos en contra del caballero de Piscis de la manera que desarrollamos a continuación:

1) Argumentos que atacan a las técnicas de Afrodita de Piscis

Por técnica entendemos aquí a la forma con que el caballero expresa su fuerza cósmica, el vehículo con que se canaliza de mejor o peor manera el poder.

Hay quienes entienden que el hecho de que Afrodita utilice rosas para atacar o defenderse de por sí ya lo coloca en una situación de desventaja frente a otros caballeros que han optado por otras técnicas. En general, se sostiene que las rosas son inferiores a un puño, una espada, una aguja, una ráfaga de aire frío y otras por el estilo. Se respaldan en las diferentes ocasiones en que se ha visto a las rosas destruidas y rechazadas.

¿Qué hemos de hacer con este argumento? Creemos que a pesar de ser uno de los más difundidos, es a la vez uno de los más endebles, y que fracasa a poco que nos adentremos en la naturaleza de los ataques de los caballeros.

¿Podría creer alguien que un trozo de hielo sería indestructible, o que una mano podría emular el filo de una espada que supuestamente lo corta todo, o que de un dedo puede salir una aguja con la capacidad de atravesar el oro e inocular veneno al adversario? No, naturalmente, si no fuera por el hecho de que en Saint Seiya los ataques tienen una naturaleza (recalcamos esta última palabra) cósmica. Que la música de un arpa, una lira o una flauta tengan efectos letales no depende tanto del tipo de instrumento que se utilice como de la energía que se infunde a través, en este caso, del ataque. La opción por la lira, el arpa o la flauta es más estética y conforme a ciertas particularidades del caballero que sustancial. Y la regla se aplica también a las rosas.

Hay que tener cuidado, sin embargo, con la pregunta apresurada “¿entonces pretende decir que todas las técnicas son lo mismo?” La respuesta, rotunda, es no. Ciertamente hay técnicas que hacen mejor uso del cosmos que otra. Pensemos, por ejemplo, en una comparación entre el Polvo de Diamantes y la Ejecución Aurora. El propio Camus se encargó de decir que Ejecución Aurora “es la que mejor uso hace de aire frío”, y Hyoga lo confirmó al recurrir a ella en los momentos más críticos, prefiriéndola frente al Polvo de Diamantes. Y aquí a nadie se le ocurriría decir “pero un diamante es más sólido y cortante que una aurora”, porque cualquiera se daría cuenta que la superioridad de una frente a la otra se debe a la propia mecánica de la técnica, y no a la vestimenta decorativa o el nombre alusivo que le coloque el usuario.

Podemos formular, entonces, la siguiente conclusión: “La calidad de una técnica está dada por su dinámica interna, y no por la forma estética que reviste”

Por tanto, corre severo peligro el argumento que entiende que una rosa, por ser una rosa, es más débil, por ejemplo, que una aguja. Que eventualmente lo fuera por la calidad intrínseca de la técnica, como hemos visto, es harina de otro costal.

Esto nos obliga a abandonar este argumento y pasar la discusión de las rosas como técnicas en sí mismas, en plena competencia con otras, como el sonido de una flauta.

Se ha afirmado que el hecho de que las Rosas Diabólicas Reales hayan podido ser destruidas por la Cadena de Andrómeda, o que las Rosas Pirañas hayan sido devueltas por el Muro de Cristal, o que la Rosa Sangrienta haya sido pulverizada por la Extinción de la Luz Estelar, ya son prueba de lo inservibles que son estas técnicas. Podríamos aceptar esta tesitura, pero el problema es que si la tomamos a rajatabla, estamos obligados a decir que son inútiles el Ataúd de Hielo, por ser destruido desde adentro por Hyoga; Excalibur, por ser detenida por Shiryu con las manos desnudas; la Restricción, por ser burlada con un poco de concentración de aire frío; el Plasma Relámpago, por golpear casi una decena de veces a Seiya sin matarlo; la Otra Dimensión, por ser bloqueada por Ikki a unos cientos kilómetros de distancia y así muchas por el estilo. Y esto es así, porque si se aplica una regla, debe hacerse en condiciones igualitarias, y sin suavizantes por simpatía. Como vemos, la tesis de fracaso es demasiado extrema, y confunde ineficacia eventual con inutilidad de la técnica.

Lo razonable es ponerse a analizar la técnica en acción, y sus efectos concretos en condiciones de operatividad, esto es, con posibilidades de producir su efecto (si quisiéramos ver lo que es capaz de hacer el Ataúd de Hielo, por ejemplo, no esperaríamos a que se aplicara a Shaka de Virgo o Shion de Aries para saber si es buena o no, porque la diferencia cósmica impide toda chance de poder contemplar en acción la calidad de la mecánica de la técnica). Analicemos, entonces, las técnicas de Afrodita.

Las Rosas Diabólicas Reales, evidentemente, se manifiestan como las de menor calidad. Tienen su máxima operatividad en condiciones de sorpresa e ignorancia de la peligrosidad de las mismas. Conocidos sus efectos, son fácilmente destrozables, con la debida precaución. Así, Seiya y Albiore, ignorante el uno y sorprendido el otro (en el animé, claro), sucumbieron. Pero es una técnica de poco valor en consideración global, y resulta evidente si se observa que el caballero dorado prácticamente se abstiene de utilizarla (para ver similitud, analizar la Restricción de Milo).

Las Rosas Pirañas ya presentan una entidad mayor, y no parece ofrecer dificultad notar esta diferencia. Si cuesta entenderlo, es mejor preguntar a la armadura de Andrómeda, que tras ser pulverizada en sus cadenas y en su cuerpo en cuestión de segundos, necesitó de Mu y de sangre para volver a servir para algo. El sapuri mismo de Afrodita en Hades, fue atravesado por cada rosa negra que lo tocó. No cuesta demasiado pensar qué pasaría con un cuerpo desnudo que recibiera la descarga de unas, digamos, cincuenta rosas.

“Pero rebotaron contra el Muro de Cristal...” Innegable, pero ello no habla tanto de la mala calidad de las Rosas Pirañas como de la abismal diferencia de cosmos entre Mu de Aries con Afrodita de Piscis y Máscara Mortal de Cáncer. Si no, no se comprendería la fragilidad del muro frente a Shion y Radamanthis.

Frente a este punto, y volviendo al análisis exclusivo de la técnica, creo que no habría discusión acerca de la calidad de una técnica que se caracteriza por pulverizar todo lo que toca (inclusive una armadura dorada, si el cosmos se eleva suficientemente, porque si a –273 grados se congela, significa que tiene una frontera de vulnerabilidad). Por eso, y si somos consecuentes con el tan conocido “ante dos ataques que colisionan, prevalece el de mayor cosmos (sea porque el caballero tiene mayor cosmoenergía, sea porque la técnica la canaliza de mejor manera)”, entendemos que las Rosas Pirañas pueden triturar a alguien que se lance contra ellas en condiciones de inferioridad.

Las Rosas Sangrientas se manifiestan como la técnica selecta de Afrodita, y eso puede observarse a ver que en general la reserva para los momentos culminantes de un combate. Se trata de un ataque único (a diferencia de las otras rosas, donde hay pluralidad de proyectiles), que, siguiendo la característica general de los ataques de los santos dorados, viaja a la velocidad de la luz (aunque esto también sería aplicable a las demás rosas) directo hacia el corazón del enemigo y tiene la característica de ser letal por definición (por definición significa que, en caso de éxito, tiene por efecto necesario la muerte del adversario. Los ataques que no se consideran letales son aquellos que pueden matar o no, de acuerdo a la intensidad, pero no es su nota distintiva, como por ejemplo las Rosas Pirañas). Como se sabe, si recorre su camino y llega a destino, absorbe en unos minutos la sangre del adversario hasta matarlo, y no se ha visto que alguien se haya podido sacar por sí mismo la rosa (no tendría sentido el ataque).

En las Doce Casas, la rosa blanca atravesó sin problemas la corriente nebular, pero en Hades (OVA) fue desintegrada por el ataque de Mu, pero reiteramos lo mismo que se dijo para las Rosas Pirañas: La ineficacia del ataque estuvo ligada a la tremenda diferencia cósmica y no a la calidad estructural de la técnica. Es decir, con esa diferencia de cosmoenergía, se detenía un puño, se derretía una ráfaga congelante, se apagaba una lengua de fuego, etc.

Hay otra técnica de Afrodita que no se refiere al ataque, sino a la defensa, y que consiste en la posibilidad de desaparecer de la vista del enemigo, oculto tras una marea de rosas. Da la impresión que, de carecer de una cadena rastreadora, como la de Andrómeda, habría que poseer en subsidio alguna otra capacidad especial para detectarlo, además de las intenciones de descubrirlo. Muchos se limitan a afirmar cosas como: “Fulano lo encontraría sin problemas” Compartimos la misma sensación, pero en todo caso, a los que lo sostienen con firmeza esta postura les corresponde probarlo.

Acerca de la posibilidad de atacar desde el lugar de escondite, es algo que se discute, pero al no haber hipótesis de aplicación práctica del caso, nos abstenemos de desarrollarlo.

Llegados a este punto de análisis de las técnicas, es necesario hacer esta pregunta despersonalizada, para entender el propósito del estudio:

“A igual nivel de cosmos ¿hay diferencia substancial entre las técnicas de un caballero que ataca mediante la concentración de toda su fuerza en un golpe; las de uno que abre hoyos hacia el otro mundo; las de uno que lanza infinidad de golpes de puño; las de otro que paraliza y puede clavar agujas envenenadas sucesiva o simultáneamente, minando al adversario o matándolo, según el caso; las de otro que ataca mediante el filo de sus extremidades y la velocidad de sus piernas; las de otro que puede congelar hasta bajísimas temperaturas y, finalmente, las de otro que puede atacar envenenando por sangre o por respiración, o pulverizando la materia que toca o bien extrayendo toda la sangre del cuerpo del enemigo?”

La respuesta es afirmativa, pues en efecto hay diferencia substancial, y de un paneo general del asunto creo que, con honestidad, no es Afrodita el que se lleva el peor lugar al contestar esta pregunta, limitada al estudio de las técnicas. Por el contrario, es justamente en este plano donde el caballero dorado demuestra su mayor fortaleza, pues cuenta con un abanico amplio de variedad y sofisticación.

“¿Y si es tan claro por qué hay tantos de acuerdo en lo contrario?” Creo que aquí es dónde se aprecia el grado de percepción de los fans, generalmente limitado a la estética de las técnicas más que a su funcionamiento y a los efectos que producen en el enemigo, que es lo que en definitiva cuenta. Para muchos de estos fanáticos, que un caballero ataque con flores es materia de descalificación casi automática, en tanto que las técnicas de los caballeros recios les parecen aceptables de movida. Para ellos, cabe plantear el siguiente ejercicio: “Si Aioria de Leo contara con una técnica capaz de envenenar al enemigo, por sangre o por aire, otra que pudiera destrozar lo que roce a su paso y otra que, una vez llegada al enemigo, lo matara por desangramiento en cuestión de minutos ¿Qué opinarían de él?”

Llegamos a la conclusión que la desventaja descomunal de técnicas entre Afrodita y los demás caballeros del grupo de los “menores” no es la que predican con tanto énfasis muchos foristas. Creemos que hemos desarticulado la tesis de que un ataque con rosas ya es débil de por sí por valerse de flores, y que de la comparación de la estructura interna de las técnicas con los otros seis caballeros dorados (en iguales condiciones de cosmos) no surge con claridad la supuesta baja calidad técnica del caballero de Piscis, y mucho menos con la tremenda desproporción que arguyen sus detractores.

Vemos que los que sostienen que Afrodita de Piscis es el menos poderoso de los caballeros dorados no pueden echar mano a las técnicas para apoyar sus afirmaciones, y nos obligan a pasar al análisis de los siguientes argumentos:

2) Argumentos que atacan a la cosmoenergía de Afrodita de Piscis

En este segundo grupo de críticas se sostiene que Afrodita ha demostrado poseer menor cosmoenergía que el resto de los caballeros que nosotros hemos colocado en un mismo grupo. Podría ser cierto, pero ¿cómo demostrar y mensurar tal cosa? Una de las más elocuentes sería enfrentar en combate a aquellos que queremos evaluar, pero por desgracia, Afrodita sólo luchó con Mu de Aries, con quien desde el principio hemos renunciado a compararlo, por considerar que se trata de una cuestión fuera de discusión. Como se ve, deberemos renunciar a esta alternativa, porque no hay registro de combates entre Afrodita y Aldebarán, Máscara de la Muerte, Aioria, Milo, Shura o Camus.

Otro método sería evaluar el comportamiento cósmico de los caballeros sujetos a análisis frente a una misma situación. El único supuesto que tenemos es la lucha con Radamanthis, en la saga de Hades. Es decir, deberíamos comparar cómo les fue a Máscara Mortal, Afrodita, Milo y Aioria frente a este enemigo común, en un escenario común (el Castillo Heinstein). Máscara Mortal y Afrodita compartieron la misma suerte, en un mismo ámbito temporal, por lo que no hay elocuencia en la comparación. Digamos que, al menos en este combate, no hubo mucha diferencia cósmica para percibir. ¿La hubo con Milo y Aioria? Pareciera que no, pues no le pudieron hacer daño a Radamanthis, a pesar de ser tres (atacando simultáneamente en ocasión) y contar en ese trío nada más ni nada menos que con la presencia del mismísimo Mu de Aries. Estos dos caballeros dorados, muchísimo más fieles y dignos que los de Cáncer y Piscis, a pesar de su entrega, valentía y determinación no pudieron hacer daño (y daño no es echar hacia atrás, sino dañar, en el sentido real de la palabra) a Radamanthis, que los despachó junto a Mu de Aries sin la menor dificultad.

Para aquellos que entienden que hay diferencia abismal entre los cosmos de los caballeros de Piscis (y Cáncer, también en el caso), Leo y Escorpio, se presentaba una ocasión más que especial para que eso fuera demostrado, pero la verdad es que a pesar de todo el viento a favor, tal tremenda diferencia no quedó en absoluto en evidencia. Digamos que la supuesta semejante ventaja no se tradujo en hechos. A nosotros, entonces, no nos consta lo que ellos afirman con tanto énfasis.

Otro mecanismo para poder ver si la diferencia se hace evidente en otros campos, a pesar de que no es tan bueno como el anterior, es el comparar el desempeño de los caballeros sujetos a análisis en el desempeño de tareas comunes. Para ello nos viene muy bien la batalla de las Doce Casas: Los siete caballeros que estamos poniendo en el microscopio debieron luchar, en diferentes momentos, contra los caballeros de bronce. Aquí tenemos otro gran problema, porque la tan mentada diferencia abismal sigue sin hacerse tan patente.

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Aldebarán luchó contra los caballeros de bronce en el inicio de su camino a la madurez, y pudo haberlos masacrado sin problemas, pero vemos que Seiya logró algo que en su momento se presentaba para el caballero como inaudito. Máscara Mortal había eliminado, en primera instancia y sin problemas, a Shiryu, si no hubiera sido por la intervención de Atenea, que le regresó el alma al cuerpo. Cuando decidió arrojar por sí mismo al Dragón al Yomotzu, acabó con el cuerpo dentro de su propia trampa, merced al incipiente séptimo sentido de Shiryu. Aioria de Leo se hartó de golpear una y otra vez (casi unas diez veces) a un desconcertado Seiya, logrando quebrarle la pierna sobre el casi séptimo ataque, pero con la contrapartida de haber recibido una brutal patada en la cara por el Pegaso, casi moribundo. Milo paralizó a Seiya y Shiryu con la Restricción, pero luego Hyoga rompió el efecto del ataque sobre sí mismo con un poco de concentración y aire frío. Después, y a pesar de anunciar que nadie había podido resistir más de cuatro o cinco agujas, acabó por darle los quince golpes con todo y Antares, y aun así se salvó de morir congelado por tener la armadura de oro encima. Shura cortó la armadura del Dragón como si de cartón se tratara, pero su supuesta todopoderosa espada fue detenida por las palmas desnudas del ya muy maltrecho caballero de bronce. Camus era maestro de Hyoga, el cual no sólo recibió de lleno la Ejecución Aurora, sino que rompió desde adentro un ataúd que era famoso por ser prácticamente irrompible. Sobre el final, casi rayando la inconciencia, mató al caballero dorado. Afrodita dejó fuera de combate a Seiya por sorpresa, aunque las rosas rojas no resultaron ser tan efectivas con Shun. Desgarró como algodón las cadenas y la armadura de Andrómeda con las rosas negras y quedó finalmente entrampado en medio de la corriente nebular. En un último esfuerzo, perforó el corazón de Shun y este prácticamente lo calcinó por dentro con la tormenta.

Más allá de los motivos personales y demás ¿Dónde está la diferencia espantosa de cosmos de la que nos hablan tanto los foristas? Si la desproporción fuera tal, nos resultaría evidente. Basta echar una mirada a la batalla en Virgo para entender el sentido que damos a la palabra evidente.

Nos queda buscar la ventaja descomunal de los otros seis caballeros de oro sobre Afrodita en otros combates aislados, que nada tienen que ver entre sí, pero que quizá nos pueden ilustrar en algo.

Afrodita fue derrotado con pasmosa facilidad por Mu. ¿Hubo otro caso donde se nos mostrara algún indicio de tal diferencia cósmica? Pareciera que sí: Saga, con cuatro sentidos arrancados por Shaka de Virgo, con catorce agujas escarlata encima y una determinación interna en baja, golpeó fuertemente a un Milo perfectamente sano, que tuvo la suerte de ser avisado y que reconoció por sí mismo que la pudo haber pasado infinitamente peor de no haberse puesto sobreaviso. Subjetivamente, no encuentro mucha diferencia entre ser golpeado por un Mu de Aries sano y enfurecido y el ataque de un Saga en las deplorables condiciones que hemos descripto con anterioridad. Quiero decir que, honestamente, me parece que con un poco de ira de Saga y restándolo alguna de las catorce agujas que no hizo nada por evitar, el destino de Milo podría haber sido bastante triste. Shura y Camus, a su vez, más cercanos al combate físico que Shaka, en unos pocos segundos y a pesar de que atacaban juntos, recibieron golpes que uno no creía ver en sus cuerpos, propinados por el aquietado caballero de Virgo. A la luz de estas actuaciones, es decir, de ver a estos caballeros en acción, y aunque sólo fuera por un momento, no veo la razón por la que las Agujas Escarlata no rebotarían contra el Muro de Cristal, o por la que Shura y Camus no habrían sido alcanzados por la Extinción de la Luz Estelar. Más allá de todo lo que podría decirse, lo cierto es que no hay elementos contundentes que nos demuestren lo contrario, más allá de las simpatías personales, porque cuando estos supuestos caballeros superiores debieron demostrarlo, lo único que hicieron fue patentizar que frente a Mu, Saga o Shaka no había diferencia substancial entre ellos.

De todo lo que hemos analizado podría discutirse si hay una diferencia a favor de uno o de otro caballero de los siete que hemos considerado “menores”, pero de ningún modo (al menos según nuestro razonamiento) se pone en evidencia la tremenda diferencia de cosmos que los detractores de Afrodita perciben y que les lleva a afirmar sin más que su cosmos es inexorablemente menor que los de Aldebarán, Máscara Mortal, Aioria, Milo, Shura o Camus. Si tal margen existe, no aparece con la contundencia formulada, y por tanto no autoriza a la descalificación automática que sentencian con tanta prisa tantos foristas.

3) Argumentos que atacan los rasgos de personalidad de Afrodita de Piscis

En este título encerramos aquellos argumentos que entienden que Afrodita se encuentra en condiciones de inferioridad frente a los otros seis caballeros en razón de su personalidad.

A diferencia de los otros dos anteriores apartados, en los que nos abocamos a criticar las distintas posturas de ciertos fans, nos plegaremos en este caso a aquellos que entienden que las cualidades personales de Afrodita, sus convicciones y sus rasgos psicológicos, lo condicionan en combate. Coherentes con nuestras formulaciones, donde hemos dicho que la constatación con la evidencia concreta de la historia debe primar por sobre las construcciones apriorísticas, debemos conceder sin más que el caballero de Piscis se ha comportado muy lejos de lo que se espera de un santo de Atenea.

Aquí su inferioridad es patente, pues frente al arrojo de Aldebarán, la determinación de Aioria, el sentido del honor de Milo, la fidelidad de Shura y la abnegación de Camus, en el papel de malo que desempeña, Afrodita se muestra como un ser centrado en su propio ego, sin honorabilidad, pues no le ha costado traicionar nada más ni nada menos que a la mismísima Atenea. Se ha visto que es cobarde con mucha claridad, y que mientras está muy dispuesto a suplicar por su vida al enemigo, se ensaña a su vez con la víctima que llega a caer en sus manos. Afrodita es un miserable ¿qué duda cabe?, y al combatir estas cualidades pesan sobremanera y terminan decidiendo en muchísimos casos la suerte de una pelea. No es necesario extenderse más sobre algo que es obvio.

También se muestra poco recio al recibir ataques, a diferencia de casi todos sus camaradas (con excepción de Máscara de la Muerte, que se le parece en muchos aspectos). Se desespera y tambalea cuando se ve en inferioridad de condiciones (ejemplos de combatientes poco recios para recibir ataques son Shun de Andrómeda, Máscara de la Muerte de Cáncer, Alberich de Megrez o Kasa de Léunades)

Hemos concedido esto y recalcamos que entendemos que estas características juegan un papel muy desfavorable en el combate, sobre todo cuando el mismo se presenta igualado. Pero sucede que, lamentablemente para muchos, este conjunto de argumentos no sirven para bajar la calificación de poderío de un caballero.

Debe hacerse una nítida distinción entre “caballero poderoso” y “buen combatiente”. El poder del caballero se mide, en su faz sustantiva, por su cosmoenergía; y en su faz adjetiva, por las técnicas que moldea para traducir su cosmos en el mundo real. De la síntesis de estos aspectos obtendremos el “cuán poderoso”.

Sus actitudes en el combate le permitirán la adecuación de ese poder a la situación concreta que se le presenta como desafío. Esto es importante y, en muchos casos, decisivo, pero no nos habla del poder del caballero, que es una condición que puede verificarse a priori. Pongamos un ejemplo que nos ilustre la situación: Si Saga de Géminis dejara mañana la actitud de seguridad y decisión que le caracteriza por otra más conservadora y tímida ¿perdería su poder? No, en absoluto. Su poder permanecería en su lugar, pero su actitud le impediría dar el uso más adecuado a su fuerza personal.

Por eso, y yendo al tema que nos ocupa en el artículo, bien podemos concluir que Afrodita deja mucho que desear como guerrero en el campo de batalla, pero ello no abre juicio de valor sobre su poder. Hacerlo no haría mas que confundir cosas que deben permanecer claras, para no hacer una mezcla que nos nuble la visión objetiva que debe mantenerse.

CONCLUSIONES

Hemos tomado el desafío de aquellos que sostienen con prisa y firmeza que Afrodita de Piscis debe ser considerado el caballero dorado menos poderoso de la orden.

Examinando detallada y sistemáticamente las diferentes estructuras argumentales hemos llegado a la conclusión de que existe una enorme desproporción entre la convicción con que se afirman estas sentencias y el proceso de razonamiento que se ha seguido para llegar a ellas.

Ello es así porque, según hemos expuesto, al analizar los dos factores fundamentales constitutivos del PODER de un caballero, el cosmos y las técnicas, nos hemos percatado que ninguno de los caballeros con los que hemos comparado a Afrodita de Piscis manifiestan en los hechos concretos la tremenda diferencia que, sostienen muchos, desventaja al último caballero de oro. Nuestra investigación nos mueve a convencernos de que, a nivel cósmico, las diferencias entre los siete santos examinados se presenta, al menos hasta ahora, como muy sutil y en ningún caso estructural. En lo que a técnicas respecta, creemos que el examen posiciona bien al caballero de Piscis dentro del grupo mencionado, por lo que llegamos a la conclusión central de que no existe diferencia extraordinaria entre los caballeros de Tauro, Cáncer, Leo, Escorpio, Capricornio, Acuario y Piscis que autorice a descalificar a uno de ellos a priori. La sentencia de calificación se manifiesta de alta complejidad y ajena a los razonamientos apresurados, de poca elaboración.

No somos ajenos, sin embargo, al hecho de que la mayoría de los fans insisten en que Afrodita de Piscis es el menos poderoso de todos. Desde lo personal, sostenemos que la suma de opiniones jamás constituye un criterio de verdad, pues renegamos de dogmas con fundamentos estadísticos. El razonamiento, esto es, el criterio cualitativo, nos parece infinitamente más valioso que la mera recolección de opiniones de los foros. Consecuentes con esto, hemos expuesto razonadamente nuestros argumentos, y creemos que en la denostación de Afrodita de Piscis intervienen, en realidad, otros factores más relacionados con la impresión personal primaria, los prejuicios individuales, las creencias preconstituídas, las emociones de primer reflejo y los resabios de una cierta inadecuación contextual. Sumada a esto se encuentra la reflexión ligera y superficial que, si bien no es ajena a ninguno de nosotros, se debería desterrar en lo máximo posible cuando de dar sentencias tan lapidarias sobre un aspecto de la historia se trata.

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