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LA ATLANTIDA DE PLATÓN

Caballero 13 (españa)

Hacia el año 590 a. C. el sabio griego Solón visitó la ciudad Egipcia de Sais, en el Delta del Nilo. Allí preguntó a los sacerdotes sobre hechos del pasado, y uno de ellos le narró la historia de la Atlántida:


"Hace nueve mil años hubo una guerra entre los que habitaban más allá de las columnas de Heracles y los que vivían a este lado de ellas. A los que vivían a este lado los dirigía la ciudad que ahora es Atenas y a los del otro bando los reyes de Atlantis, que existió en tiempos y era mayor que Libia y Asia juntas, y que cuando después fue hundida por un terremoto se convirtió en una infranqueable barrera para los viajeros de aquí que intentaron cruzar el océano que está más allá.


Cuando los dioses se repartieron las tierras, a Poseidón, dios del mar, le correspondió la isla de la Atlántida. En medio de la isla, cercana al mar existía la llanura más fértil y bella de las llanuras. Junto a ésta, en el centro de la isla, había una montaña. En ella habitaba Evenor junto con su esposa Leucipe y su única hija Cleito. Poseidón se enamoró de Cleito y tuvo trato carnal con ella. El dios hundió el suelo y aisló la colina donde ella vivía, creando zonas alternas de mar y tierra; había dos de tierra y tres de agua, dispuestas concéntricamente al centro de la isla. Hizo brotar dos manantiales, uno de agua caliente y otro de agua fría, e hizo que crecieran de la tierra toda clase de alimentos en abundancia.


Cleito dio a luz a cinco parejas de gemelos varones. El dios dividió la isla en diez partes, dándole al primogénito de la primera pareja la casa de su madre y los terrenos circundantes, y le hizo rey por encima de los demás. A los otros los hizo príncipes y les dio un gran territorio.

Les puso nombres; al mayor le llamó Atlas y por él la isla y todo el océano se llamaron Atlántico.
Los hijos de Poseidón fundaron en la isla dinastías reales, presididas por los descendientes de Atlas.
El imperio de los atlantes se extendía hasta Egipto y Tirrena. La isla producía la mayor parte de lo que requerían para los usos de la vida, comenzando por el oricalco, metal sólido y fusible que ahora es sólo conocido por el nombre. Por entonces existían muchos yacimientos en la isla, y era lo más preciado después del oro. Había abundante madera para los carpinteros y suficiente sustento para los animales, tanto domésticos como salvajes. También había en la isla manadas de elefantes. También todas las cosas fragantes que ahora hay en la tierra, ya sean raíces, maderas, hierbas o esencias de flores y frutos. Había también toda clase de fruto que admitiera cultivo, desde legumbres y frutos de cáscara dura que permiten hacer bebidas y ungüentos como castañas y frutos parecidos. Utilizando todas estas riquezas de su suelo los habitantes construyeron templos, dársenas y puertos, y dispusieron todo el país de la siguiente manera:


Empezaron por tender puentes sobre los fosos circulares que llenaba el mar y rodeaban a la antigua metrópoli, poniendo en comunicación el palacio real con el centro de la isla. Desde el mar abrieron un canal de tres arpentos de ancho, cien pies de profundidad y cincuenta estadios de extensión que iba hasta el recinto exterior, y lo utilizaron como un puerto, disponiendo la embocadura de modo que las naves más grandes pudieran entrar sin dificultad. En los cercos de tierra que separaban las zonas de mar abrieron canales lo suficientemente anchos para que pasara una sola trirreme cada vez, y como de cada una de estas zanjas los diques se levantaban a bastante altura, unieron los bordes con techumbre, de modo que las naves cruzaban a cubierto. Cada anillo de tierra lo rodearon de un muro de piedra, colocando torres y puertas en los puentes y a la entrada de las bóvedas de los canales. La piedra que usaban era blanca, negra y roja. Algunos edificios eran sencillos, pero otros eran de diversos colores, combinados para agradar a la vista. El muro exterior estaba cubierto por una capa de bronce, el siguiente de estaño, y el tercero de oricalco. Los palacios de la ciudadela estaban construidos de la siguiente manera:


En el centro, un templo sagrado dedicado a Cleito y Poseidón, inaccesible y rodeado por un recinto de oro. Aquí estaba el templo de Poseidón, de un estadio de longitud y medio de ancho. El exterior del templo estaba recubierto de plata, y los pináculos de oro.

 

 

 

 

 

 

En el interior, el techo era de marfil labrado con oro, plata y oricalco, y el resto, muros suelos y columnas, estaban recubiertos de oricalco. En el templo estaban las estatuas en oro del dios en un carro con seis caballos alados, de tal tamaño que con la cabeza alcanzaba al techo del edificio, y en torno a él cien nereidas cabalgando en delfines. En torno al templo estaban las estatuas en oro de las esposas de los diez reyes y su descendencia, y un altar de gran tamaño y maestría.

 

 

 

Junto a las fuentes de agua fría y caliente edificaron jardines, edificios y piscinas, unas abiertas y otras techadas, para ser utilizadas en invierno. De allí salían acueductos que llevaban el agua al resto de los anillos.
En los demás anillos había también templos dedicados a muchos dioses, jardines y lugares para hacer ejercicio. En el mayor de los anillos había una pista para carreras de caballos, de una longitud que podía dar la vuelta a la isla. También había casas, la mayoría para los guardias. Los muelles estaban llenos de trirremes.

 

 

 


Ya fuera de la ciudadela, alrededor del canal que conducía al mar, había multitud de viviendas, y el canal estaba lleno de buques mercaderes.
Respecto al resto de la isla, la llanura era suave y alargada, extendiéndose tres mil estadios. Estaba rodeada de montañas, famosas por su tamaño y belleza. También había ríos, lagos y prados con abundante pasto, y bosques con abundante madera. La llanura estaba surcada por enormes zanjas con agua por las que se transportaba la madera de la montaña y los frutos del campo a la ciudad. Cada porción de la llanura tenía un jefe. El jefe tenía que proporcionar para la guerra la sexta parte de un carro de combate, y con esto se llegaba a un total de diez mil carros. También tenía que proporcionar caballos, un jinete, dos soldados armados, dos arqueros, dos lanzadores de piedras y tres de jabalina, y cuatro marineros para formar la tripulación de mil doscientos barcos.


Cada uno de los diez reyes tenía el absoluto control de los ciudadanos y de las leyes en su ciudad y distrito. Sin embargo, el orden de precedencia entre ellos y sus relaciones mutuas estaba regulado por los mandamientos de Poseidón, que la ley transmitía. Estaban inscritos por los primeros reyes sobre una columna de oricalco situada en medio de la isla, donde, cada cinco o seis años alternadamente, se reunían para consultarse averiguar si alguno transgredía la ley y celebrar juicio. Se comprometían entre ellos de la siguiente manera:

Había toros que pacían en el templo de Poseidón. Los diez reyes, solos en el templo, después de rezar sus oraciones para que el dios aceptara el sacrificio, capturaban a un toro no con armas, sino con estacas y lazos. Al toro que cogían lo llevaban a la columna y le cortaban el cuello sobre ella, de modo que cayera la sangre sobre la inscripción sagrada. Tras esto, quemaban los miembros del animal ya muerto, llenaban un vaso de vino y echaban un coágulo de sangre por cada uno de ellos. Posteriormente, quemaban al resto de la víctima y purificaban la columna. Bebían de la vasija vertiendo el contenido en copas de oro y juraban actuar conforme a las leyes de su padre Poseidón. Después de haber cenado, cuando oscurecía y el fuego del sacrificio se había apagado, se ponían unos mantos azules, se sentaban en el suelo y celebraban el juicio. Tras éste, se escribían las sentencias dictadas sobre una tablilla dorada y la consagraban con sus mantos. Había muchas leyes, pero la más importante de ellas era la siguiente: No debían acudir a las armas uno contra otro, y debían prestarse ayuda mutua. Debían deliberar juntos sobre asuntos importantes y dejar el mando supremo a los descendientes de Atlas.


Durante muchas generaciones, mientras les duró la naturaleza divina, obedecieron las leyes. Unían la amabilidad con la sabiduría, despreciaban lo que no fuera virtud y no daban importancia a la posesión de riquezas. Pero con el paso del tiempo la esencia divina se fue diluyendo en la humana, y su naturaleza mortal se impuso. Zeus, dándose cuenta de la situación convocó un consejo de dioses para deliberar sobre su futuro"

 

 

 

 


Aquí se interrumpe el Critias. Por el Timeo sabemos que Zeus castigó la soberbia atlante enviando terremotos, que acabaron con la isla en un día y una noche. Solón, que era pariente y amigo de Drópides, bisabuelo de Critias, le narró la historia a su abuelo, que posteriormente se la contó a Critias. Por este medio la conoció Platón, que la dejó reflejada en sus diálogos Timeo y Critias.